Las dermatitis también reciben el nombre de eccema y se caracterizan por presentar prurito intenso y grados variables de enrojecimiento en la piel con la formación de vesículas, pápulas (ronchas) o descamación.
Dentro del gran grupo de las dermatitis vamos a encontrar las que son producidas por fenómenos alérgicos. Los pacientes que la padecen suelen presentar antecedentes personales o familiares de patologías relacionadas como asma, rinitis alérgica, sinusitis alérgica o asimismo eccema alérgico.
El prurito es el síntoma principal y, a partir de él se producen las lesiones por rascado. Las ubicaciones más frecuente frecuentes corresponden a las áreas de flexión poplítea (detrás de la rodilla) y cubital (en cara anterior de brazo), la cara, el cuello y la región superior del tórax.
El eccema se puede manifestar en los primeros meses de vida, resolviéndose mayormente de manera espontánea al llegar a la pubertad. Si recidiva en la adolescencia puede llegar a la cronificación en la vida adulta.
Con respecto a sus causas, se las relaciona con diversas anormalidades inmunológicas y farmacológicas. El 80% de los pacientes con dermatitis alérgica presentan un aumento de las concentraciones de Ig E como así también la disminución de ciertas propiedades de los glóbulos blancos en su función de defensa durante la exacerbación del eccema, lo que explicar las infecciones bacterianas superpuestas que pueden aparecer.
El tratamiento alopático habitual se realiza con cremas a base de corticoides, las que no llegan a controlar los episodios ni evitar su aparición, conllevando efectos adversos indeseables.
El tratamiento homeopático, a través del medicamento único que corresponde a la totalidad del paciente, estabilizará los procesos inmunológicos de éste, evitando así, que su hipersensibilidad desarmonice a la persona en su conjunto, desencadenándole los procesos alérgicos citados.